En un acantilado, justo entre Cannes y Mónaco se encuentra el Palais Bulles –Palacio de Burbujas, la locación que Raf Simons, Director Artístico de Christian Dior, eligió para presentar la colección Crucero 2016. La excéntrica propiedad pertenece, nada más y nada menos, que a Pierre Cardin —que antes de tener su propia marca, era el jefe de diseño de Christian Dior —a sus 92 años, se sentó en el front row. La casa tiene 28 cuartos en la forma de burbujas; las camas, como los cuartos, son redondas también.
“Jugetón, dulce… casi aniñado” dijo Raf Simons sobre el escenario. “La casa es grande, pero íntima y no se comporta como una autoridad. Dior puede hacer eso a veces, especialmente si lo miras desde un punto de vista arquitectónico”. El Palais Bulles fue diseñado por Antti Lovag, autodenominado un anti-arquitecto con una firme idea: “La línea recta es una agresión contra la naturaleza”, con lo que generó un fuerte choque contra la aclamada corriente de Le Corbusier. Su trabajo estaba dirigido a jugadores y aventureros, y marca la pauta que Simons también sigue en Dior, mantener su personalidad. La jocosidad de la colección transmite su confianza.
Cuando Simons fue anunciado como el sucesor de Galliano, la incertidumbre inundó a muchos, que se preguntaron cómo lograrían entretejerse dos personalidades tan fuertes. Sin embargo, pocos años y varias colecciones después, el diseñador ha pavimentado un camino especialmente único con el cual nos continúa demostrando que ni él ni la casa Dior tienen que perderse en el otro para lograr un mensaje coherente:
Si bien parece que se ha estado sublevando sutilmente a la autoridad de Dior, forjándola a sus propios fines e imponiéndose, esta pasarela nos soprendió cuando vimos resurgir a la icónica Bar Jacket, por ejemplo. En sus palabras: “Siempre voy a regresar. No creo que regresar [a los clásicos de Dior] lo haga menos mío” insiste Simons. Y es que, claro, regresa, a su manera; emparejando esa forma distintiva con shorts de tafeta o un sastre Bar con chanclas para menguar la formalidad.
Así, basado en el archivo de Dior, salen a flote ideas de libertad, juego e individualidad en esta colección. Simons explica que no es un concepto pesado, de hecho, es liviano y joven y existe una ligereza literal, pues los tejidos se han trabajado para hacer la ropa más fresca. Casi toda la arquitectura del diseño proviene de los abrigos de Dior –manteaux pero librados de las telas pesadas para convertirse en piezas aterrizadas y utilitarias, que a su vez son contrastadas con aquellas piezas tradicionalmente elegantes de la colección.
De esta forma, una confluencia de estilos, estampados, texturas y técnicas evocan el mundo del Sur y sus múltiples capas. El overall y guardapolvo del artista, el bañador y el traje de noche cortado al sesgo, todos caminan por la pasarela, fácilmente, lado a lado. Se puede apreciar una sensibilidad del “hecho-a-mano” gracias a una exploración de artesanía y técnicas tradicionales, con la toma del crochet, frunces y patchwork. Además, encierra el paisaje con collages de tejidos de Lurex pieles, que son tejidos para formar estructuras tipo tapiz que juegan con lo abstracto del mundo orgánico de los pañuelos y vestidos.
“En muchas maneras, es una forma de arquitectura que no puedes conectar con nada más”, dijo Raf Simons. “Es más humano que racional; individual y travieso. Es un lugar con el que he estado fascinado por muchos años y estoy muy feliz de haber podido mostrar la colección aquí”.