Se me infla un globo de magia inmenso dentro del pecho cuando estoy con él.
Me siento en paz y tranquila, no siento la necesidad de seguir escapándome de mis sentimientos.
No es como antes, no es como los demás. ¿He cambiado yo?
No me siento aferrada, no tengo prisas, no me importa que seamos de otra cultura. Me siento tan libre estando a su lado y compartiendo mi religión, mis objetos y mis personas.
El me cuida y me acaricia, como yo acaricié y cuidé alguna vez a mis muñecas belgas cuando era pequeña. El me trae siempre sonrisas de primavera y abrazos de media estación.
Siempre me espera a la hora de la salida, impecable y valiente.
Se me infla un globo de magia inmenso dentro del pecho cuando lo veo. ¿He cambiado yo?
Me siento con más ganas de seguir luchando por mis sueños, por mi amor, por mi vida.
Soy libre y feliz y es gracias a su amor, a su confianza y a su belleza interna.
Él ha venido a mí, se ha acercado con delicadeza, como lo hace el viento a la hora de la salida. Ha sido ligero como la brisa del mar, como lo hace la resolana de verano. Él me ha sacado los cuentos de la cabeza, me ha invitado a salir del bosque y me ha limpiado las botas llenas de tierra. Me ha cargado entre sus brazos y mientras hemos ido avanzando entre los árboles y la niebla del bosque he sentido como mi piel se ha transformado.
Mis manchas de leopardo han desaparecido, ahora me siento como un venado y no quiero volver al bosque. Me gusta estar acá.
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