No hay nada como entrar en un local donde se detiene el tiempo. Un espacio donde ya no se oyen las bocinas del tráfico y llena de color las pupilas. La Balanza, es un oasis de tranquilidad en una Lima donde reina el caos y el color gris. Desde que entramos por sus puertas de vidrio, nos topamos con una pequeña despensa de productos artesanales. Un espacio en el que conviven cervezas de pequeña producción, verduras orgánicas y yogurts naturales. La recepción ideal para un restaurante que nos ayuda a reflexionar sobre nuestra alimentación y la manera como nos relacionamos con el medio ambiente. Definitivamente, un concepto que capta nuestra atención desde el primer instante.
La historia detrás de este bistrot sostenible empieza en la mente de Gonzalo Sandaza y Rafael Casabonne, que acompañados de Coque Ossio, buscan transmitir un estilo de vida que incorpora temas como la botánica, el consumo responsable y la nutrición. Este trío dinámico encargó al cheff Rodrigo Balbotín la tarea de crear un menú estacional que vaya de acuerdo con los productos de temporada. Una carta que satisfaga paladares de todo tipo y a la vez reinvente los insumos locales. La idea es respetar los ingredientes lo máximo posible, manteniendo un balance entre la mesa y lo que nos ofrece el planeta. El interior nos recuerda a la naturaleza, no solo por la presencia de madera en su arquitectura, sino por el hermoso biohuerto que decora la terraza.
Los individuales, hechos con bolsas recicladas, le dan un punto de color a las mesas brindando una atmósfera sencilla con una onda campestre. Pero lo que más llama nuestra atención, es la cocina semi abierta que pone en escena platos que parecen obras de arte.
Con el concepto de comer saludable sin tener que ser aburrido, vemos una carta que ofrece combinaciones pioneras como el carpaccio de pulpo con gajos de naranja y calamar crocante, además de una sopa de calabaza orgánica hecha con leche de coco y semillas de girasol. Mezclas deliciosas que muestran un lado nunca antes visto de ingredientes peruanos para hacerles un homenaje. Las conchas a la parrilla, por ejemplo, están hechas con mantequilla de granada, cardamomo y chalotes fritos, que se derriten en boca. El atún lo preparan con chía y ajonjolí con un puré de papas nativas que combina a la perfección. De postre, un brownie palteado, sin gluten hecho con harina integral o sino un creme brulee de plátano para chuparse hasta la última gota. Los domingos son de brunch y tienen varias alternativas para probar. Sin duda una propuesta que sorprende y a la vez nos incentiva de a poquitos a comer mejor.