Los parlantes del Aeropuerto Jorge Chávez vociferan delicadamente, con la voz robótica de una señorita, que la hora es 5 de la mañana en Lima y hay unos 30 grados.
¡Qué calor caray! Sacas tu teléfono y pides un Cabify porque sabes que su imagen se ha renovado en el AppStore y sus carros siempre tienen el servicio más sublime de la ciudad. Ingresas al carro y dices: ¡Al Parque Maria Reiche, por favor! Un buen amanecer veraniego es el comienzo perfecto a tu día aventurero. Hasta el Parque del Amor podría ser.
Después de ver el resplandecer del sol limeño, que tan pocas veces nos toca verlo tan clarito como en esta época, decides pasar por el Mo Café + Bistro en Barranco, o quizás el Café de Lima que has escuchado que es espectacular y te provoca un rico avocado toast, lo máximo. Te montas de nuevo en un Cabify y decides escaparte a Paracas ya que con la carretera nueva la haces en 2 horas y media y con eso te sobra para explorar un rato, que no vas hace años.
No te toca nada de tráfico (imaginación requerida), paras en el km. 83 de la carretera para zamparte un buen chicharrón y llegas a Paracas bien descansado después de dormir en el carro. Cómo te gustaría quedarte en la Hacienda o en el Hotel Paracas, tan bellas sus vistas y lujosos sus cuartos, pero no tienes el tiempo.
Por sólo 35 soles tomas un tour a las Islas Ballestas para ver lo más clásico e indispensable de Paracas y regresas asoleado y lleno de energía. Almuerzas en el HideOut Grill en Kokopelli, en El Che, en el Restaurante Chalana o hasta en los tres combinados porque el calor da hambre. No hay Paracas sin su buen cevichito.
De regreso a Lima se va anocheciendo y se te ocurre parar en Asia para ver el atardecer desde el malecón de la Playa La Isla, el viento acaricia tu pelo y ves reventar las olas, esas campanas naranjas y espumosas. En el boulevard de Asia te esperan algunos amigos para cenar tarde en Tragaluz o Amoramar y sin falta unos traguitos madrugadores en Joia y Café del Mar. Miras tu reloj y te das cuenta que el día se te ha fugado rápidamente.
Pides un último Cabify al aeropuerto y te despides de tu ciudad con un guiño y una sonrisa. Qué lindo es el Perú, dices riendo. La voz familiar anuncia la última llamada de tu vuelo. Ojalá y llegues a tiempo.