Hay tantos aspectos maravillosos al ver una película, desde gozar con actuaciones impresionantes, identificarse con diálogos dignos de ser citados, la dirección de arte… Entre tantos y todos, el vestuario es un aspecto fascinante. Habla sobre cada personaje, la época, puede llegar a ser una obra de arte; mal logrado, puede arruinarlo todo.
Breakfast at Tiffany’s es, obviamente, para cualquier amante de la moda —y la estética la primera película que se les viene a la mente cuando relacionamos moda y cine. Puede resultar difícil, hoy en día, imaginar a alguien más que a Audrey Hepburn interpretando el rol de Holly Golightly, pero la verdad es que a Truman Capote (autor de la novela en la cuál se basó la cinta) no le entusiasmaba mucho, pues, se había imaginado a Marilyn Monroe en el papel. En la novela de Capote, Holly era una prostituta y la agente de Monroe no creyó que el papel fuera conveniente ni aportase a la imagen de la actriz, por lo que dejó el camino libre para Hepburn. En ese momento, Marilyn Monroe representaba el ideal de belleza reforzado por Christian Dior y el “New Look”, mujeres voluptuosas con cinturas diminutas, el famoso “reloj de arena”. Audrey Hepburn era la antítesis.
“Yo debería ser una Holly Golightly con estilo. Incluso si eso es todo lo que puedo contribuir”, dijo Audrey.
El dúo Audrey Hepburn + Hubert de Givenchy ya había trabajado antes para películas como Sabrina y Funny Face, pero fue en esta ocasión que el se consagraron como dictadores de estilo. Estilo y no moda, pues ahora demostraremos que las propuestas de la película están más vigentes que nunca al día de hoy.
En la primera escena de la película, Holly baja de un taxi en la quinta avenida que está desierta; es aquella hora de la mañana cuando recién ha salido el sol y los madrugadores recién despiertan. Se para frente a la vitrina de Tiffany’s, pero las joyas son totalmente opacadas por el conjunto que ella luce: el icónico vestido negro que el couturier diseñó para ella, el collar de perlas de Tiffany’s, unos largos guantes negros, lentes de sol oversized y un moño como un panal de abejas. Riccardo Tisci, Director Creativo de la casa Givenchy, dijo sobre aquel vestido: “Era 1961 y el vestido es en varias formas muy sesentero. El frente es severo, elegante, muy limpio, pero la parte de atrás tiene un escote muy interesante, algo entre étnico y parisino; una dulzura que otros diseñadores de la época no tenían.”
Existen tres copias de esa pieza maestra: una está guardada en la Maison Givenchy, una en el Museo del Traje en Madrid y la última fue regalada a Hepburn. En el año 2006, una de esas copias fue subastada en Christie’s por $923,187, convirtiéndose en una de las piezas mas caras de memorabilia.