Es un jardín de plantas y animales. Un jardín poblado de signos, símbolos y arquetipos evocando y recordando mundos lejanos. En este lugar mágico, las manos curiosas juegan con la materia y la mezclan con el inconsciente. Ellos lo moldean de acuerdo con intuiciones sutiles y alegres. Como en un laboratorio de alquimia, las sustancias son seleccionadas, analizadas, descompuestas y reaccionadas. Un proceso en el que el poder de la imaginación es más fuerte que la realidad.
El jardín del alquimista es un laboratorio anti-moderno porque refuta ciertos principios de un cientificismo caracterizado por rigidez y determinismo. Es el lugar donde se supera la lógica mortificante de la no-contradicción. En este contexto, se desintegran las dualidades (hombre / mujer, esencia / apariencia, sombra / luz, inmanencia / trascendencia, cuerpo / espíritu, bien / mal, interior / exterior).
Esta unidad se encarna en el Ouroboros, un símbolo egipcio antiguo que representa a una serpiente que come su cola. Este símbolo contiene en sí todas las paradojas: destruye y crea en un proceso de auto-renovación que abarca lo contrario. Una revuelta andrógina, híbrida e ilegítima que socava los fundamentos de la rigidez letal propia del pensamiento dicotómico.