“Dior está siempre de cuento de hadas, sin importar lo que yo esté haciendo” dijo Raf Simons y rió para sí mismo, pero es cierto, el show de Dior tuvo la magia de una vista a través del espejo especial, una experiencia casi transportadora para los asistentes. Adentro del Museé Rodin, una impresionante construcción daba la bienvenida al reino Dior Couture.
Esta temporada, Simons encontró inspiración en las obras de arte de los maestros de la pintura flamenca y de icónicos couturiers, logrando una mezcla de siluetas que miran al pasado -antiguas técnicas de costura, con simplicidad y lujo, belleza y decadencia. A los ojos del diseñador, la Alta Costura moderna. De esa forma, Simons describió al impresionante set como parte iglesia, parte jardín y parte discoteca de Ibiza; de hecho, esos paneles de pintura puntillista podrían haber sido vitrales o flores y esa alfombra de “pasto morado” funcionaba perfectamente como una alucinación en una fiesta. La presentación entera se vió impregnada de esta cualidad alucinante. Incluso las modelos, con figuras alargadas, parecían ilustraciones que habían cobrado vida.
Desde su llegada a Dior, sus femme fleurs, sus flores, han sido una guía para Simons, su punto básico de partida. Sin embargo, en esta ocasión, el diseñador encontró un nuevo jardín en los maestros flamencos: las siluetas que hacen referencia a drapeados esculturales, el peso atercipelado que solo pintores como Vermeer lograban transmistir, las modelos posando serenas y con gracia.
Desde el Gótico hasta el Renacimiento, del impresionismo al puntillismo, según Simons todo está conectado: los abrigos con mangas de pluma recueran a capas medievales, los vestidos fluidos de chiffon en capas con un top enjoyado declaran pistas Góticas mientras que vestidos de gala reflejan una interpretación moderna de la Belle Époque.
Largos midi y hasta el piso, los vestidos vaporosos y en corte A dominaron la pasarela en materiales como chiffon, seda, crepe, en colore blanco, negro, azul, verde. Con mangas tratadas al nivel de perfección de Balenciaga, Simons regresa a las bases de Christian Dior para “de-construir” las formas y encontrar siluetas que lo llevan a la misma conclusión que Dior cuando trajo el New Look: la fruta prohibida es más dulce. Ambos encontraron inspiración en lugares dónde supuestamente no deberían haber buscado.
Pero los abrigos… Los abrigos fueron las estrellas del show. Inyectados con el propio bagaje cultural de Simons, quién dice que su proceso de diseño comenzó con una frazada cuadrada en la cual cortó un hueco, el resultado fue un híbrido de abrigo y capa lleno de sustancia y movimiento. Un contraste entre ligereza y peso. Un statement.
Formas asimétricas y línea A que se combinaron con pantalones acampanados.
Completaron la paleta de colores: rosado, naranja, fucsia, celeste y guinda. Además de materiales como lana, algodón, tejidos, cashmere, terciopelo, cuero y plumas.