Karl Lagerfeld convirtió la colección Crucero en una línea marina que anticipa la llegada de días más calientes, un armario completamente renovado que nunca se apega al anterior o el que está por venir. Una colección en su propio derecho, con su propia historia, su propia identidad, su propia inspiración y rápida para nutrir el deseo y alivianar la mirada.
Las boinas en tweed y en plástico brillante saltaban de la pasarela junto a un despliegue de vestidos y tops en rayas estilo marinero. ¿La historia Cruise perfecta? Definitivamente.
Una colección que personaliza viajar en todas sus formas, real o imaginario, temporal o histórico, y que quiere aterrizar en todas las partes del mundo, como una postal increíble: Nueva York, Los Angeles, Miami, Venecia, Saint-Tropez, los Cap d’Antibes, Singapore, Seoul, Cuba e inclusive Versailles en el siglo XVIII y Paris convertido en el epicentro de la antigua Grecia.
Como una amante del océano, Gabrielle CHANEL navegó por largos periodos en los yates pertenecientes al Duque de Westminster, el Flying Cloud y el Cutty Shark. En una parada en Monte-Carlo a bordo del Flying Cloud fue que ella descubrió el pueblo de Roquebrune-Cap-Martin y se enamoró de un terreno que en 1929 se convirtió en el hogar de su propiedad La Pausa.
Fue en este mismo yate que conoció al arquitecto Robert Streitz al que le confió todo el diseño de su residencia provincial.
Hoy CHANEL, lleva todo este legado al siguiente nivel y lo hace contra viento y marea, en honor de la moda y del espíritu crucero que todos anhelamos.